domingo, 25 de septiembre de 2016

(3) Vivencias playeras, monacales e históricas a ritmo de sirtaki

Es muy conocido el dato, pero por si acaso. Quien viaje a Creta debe tener en cuenta una peculiaridad local a la hora de circular por carretera. Existe una ley básica según la cual el arcén es un carril más. Por tanto, la línea continua, solo una raya. Si viene alguien detrás y quiere adelantarte, forzosamente debes pasar al arcén y darle paso. En caso contrario, el claxon empezará a echar humo. Y como los turistas circulamos en coches de alquiler, al cretense que quiere ir rápido ni se le pasa por la cabeza que el otro conductor sea foráneo e ignore esta norma de generalizada aplicación.Lo comprobamos enseguida, como muestra la foto. Y podíamos haber sacado cientos. Es una práctica habitual a la que cuesta acostumbrarse, pero a los pocos días te vas haciendo. Y cuando te despistas, una pitada te devuelve a la realidad.

En nuestra tercera jornada decidimos visitar el esquina suroeste de la isla, donde se encuentra la playa más famosa, o una de las que más. Elafonisi está un poco a desmano, por lo que tuvimos que hacer unos pocos kilómetros. En el trayecto, y habría más en días sucesivos, vimos altarcitos como el de la siguiente imagen dedicado a un fallecido en accidente de circulación, con foto y todo. Había cientos en todas las carreteras.
Elafonisi es una playa bellísima, pero su fama viene dada por su arena rosada. Una vez allí, compruebas que el tono rojo de la arena en la zona donde llega el mar, muy discreto por lo demás, viene dada con seguridad por alguna piedra bajo el mar que va soltando polvillo de ese color.
Independientemente de ello, es un arenal enorme y con una configuración extraña, como varias playas en las que pasas fácilmente de una a otra.
El montículo del fondo en la foto anterior queda casi convertido en un islote cuando sube la marea. El día era muy luminoso, ideal para la jornada playera.
Esta explanada es la que se cubre, o casi, al subir el mar.
Había bastante gente, pero, afortunadamente, el aparcamiento era enorme.
Pasamos un rato muy agradable con el agua transparente y a una temperatura magnífica .
Desde allí nos dirigimos al vecino monasterio de Chrysoskalitissa, el primero de varios que visitamos.
Recorrimos su interior, la iglesia y unas dependencias escondidas que en tiempos de la dominación turca era una escuela ilegal para niños. Tenían mobiliario y aperos de campo antiguos.
Es un recinto situado sobre el mar, con historia, pero salvo la iglesia el resto parece nuevo.
Antes de seguir viaje tomamos unas cañas con algo de picar, poca cosa, dentro de nuestra política de hacer dos comidas al día: desayuno copioso en el hotel y cena temprana. El país está lleno de tabernas y similares, en las que se come a cualquier hora. Y a buen precio la comida, el alcohol menos.
Las carreteras por las que circulamos eran estrechas y en gran parte de montaña, con puntos complicados como este túnel angosto que malamente permite el paso de un vehículo por lo que se utiliza con semáforos en ambos extremos.
Para aprovechar la jornada subimos al norte de la isla para buscar el aeródromo de Maleme, que fue trascendental durante la batalla de Creta, cuando los alemanes ocuparon la isla en mayo de 1941. Juanma había leído un libro antes del viaje sobre esta batalla, del inglés Anthony Beevor, experto en la segunda guerra mundial, y quería ver el lugar.
Costó un poco pero lo encontramos . Está junto al mar, no lejos de Chania, detrás de los árboles de la imagen superior, y sigue siendo una base militar frente a la cual hay un cuartel. Cuando paramos para hacer fotos un soldado vino raudo a pedir que nos marcháramos.
Sabíamos que cerca estaba situado un cementerio donde están enterrados miles de soldados alemanes muertos en la contienda y lo localizamos (tres fotos superiores) Son 4.365 las tumbas, dos tercios del total de fallecidos. Se trata de un recinto magníficamente cuidado, casi con mimo, con tumbas rodeadas de plantas esmeradamente recortadas, como el césped. A la entrada hay una pequeña exposición sobre las circunstancias de la invasión, en alemán y en inglés. Dimos por supuesto que lo financia el gobierno alemán.
Por aquello de mantener el equilibrio, es un decir, al día siguiente acudimos al cementerio de la otra parte, en la que están enterados 1.600 soldados británicos y de la Commonwealth (australianos y neozelandeses). Está más cerca de Chania, junto a la bahía de Souda, también escenario de combates y de bombardeos alemanes sobre barcos aliados.
Guarda una similitud con el cementerio de la Werhmacht: está también exquisitamente mantenido y de nuevo impresiona leer las lápidas . Algunas tumbas carecen de nombres: soldados desconocidos.
En casi todas figura el nombre y el país de procedencia. Y la edad. Duele ver como casi todos eran chavales de 20, 25 años, salvo los oficiales, un poco más mayores.
En cambio, la información para el visitante es mínima, mucho menos que en el de Maleme. En algún momento, tras visitar ambos cementerios, se nos pasa por la cabeza que algo parecido está ocurriendo en estos momentos a unos pocos cientos de kilómetros de donde nos encontramos felices de vacaciones, en Siria.
Y como podréis colegir por estos fotos, hay una playa megafamosa que no podíamos dejar de lado, la de Stavros, en la que se rodó la última escena de la película Zorba (Zorbas en el idioma local) el Griego. Intentamos imitar a Anthony Quinn, pero no salimos muy airosos de la prueba.
Hay un local frente a la playa lleno de fotos del film, sin duda aprovechando el tirón turístico que genera. Allí nos jugamos una vez más  la consumición al chinchimonis.


Por lo demás, es un sitio como los demás con una playa muy protegida de las corrientes y un curioso monumento al neumático en el parque infantil.
En esta península de Acrotiri, que sale de la misma ciudad de Chania, donde estábamos, también hay varios monasterios y elegimos el de Agia (santa; Agios, santo) Triada.
Data del sgilo XVI y lo recorrimos a fondo, tras pagar entrada.
La fachada interior, de la iglesia, es interesante y se encuentra bien conservada.
Es un recinto donde sigue habiendo monjes (como todos los que fuimos) y te permiten recorrer gran parte del complejo. El de la foto tenía pinta de estar dormitando.

Esta rodeado de olivos y viñedos y ofrece en una bodega una exposición de aperos de labranza antiguos, además de aceite, vino y licores para vender.
Tras este segundo monasterio nos entró curiosidad por conocer las diferencias entre las iglesias católica romana y ortodoxa. Como nuestro griego (kalimera, kalispera, paracaló y poco más) no era suficiente para comentarlo con los monjes, lo resolvimos encomendándonos a San Google. 
Completamos el día desplazándonos a la playa de Balos, que no es una playa cualquiera al menos por lo que se refiere a los accesos. Está en la punta de Acra Vouxa, en la esquina superior de la península más occidental de la isla. Por lo demás, casi tan famosa como Elafonisi.
No hay carretera asfaltada y es preciso recorrer siete kilómetros de ripio, que diría un argentino. Algunos tramos suficientemente amplios, como el de la foto, y otros angostos. Lo peor es al final, donde hay una larga fila de coches aparcados en un lateral, y lo que queda de camino no es suficiente para el que va y los que regresan...Resolvimos como se hace en estos, como se pudo.
Una vez allí, un descenso pronunciado de 1,9 kilómetros, tanto, que alquilan burros para bajar y subir.
La playa, impresionante, es un arenal que conecta con un peñasco y ofrece acceso al mar por los dos lados. . Entre unas cosas y otras, empleamos cuatro horas y media en llegar y regresar.
Enfrente de Balos  hay un islote, Gramvousa con un peñasco mesetario con los restos de una fortaleza. A Balos se puede venir en barco desde Kisamos, que hace una parada en este islote para los que subir al castillo. La gente no recomienda esta alternativa, no sólo porque sale cara, unos 30 euros por persona, sino también porque el viaje en barco tarda casi dos horas, cuatro ida y vuelta, y se hace un poco pesado.Cuando llegamos a la playa el barco hacía pitar su sirena para que el personal embarcara. Nosotros nos dimos un bañito relajado y cuando nos pareció emprendimos el camino de regreso, esta vez en penoso ascenso pero sin problema, no en vano éramos los héroes de Samaria.
Decidimos acabar la jornada en la playa de Falassarna, a unos pocos kilómetros ya que, entre otras cosas, coincidía con la puesta de sol.

Mereció la pena observar el espectáculo de cada noche, y gozamos de asiento de primera fila en absoluta soledad. 
No había nadie, ni bañistas ni cuidadores de hamacas.
Parecía que el sol se ponía sólo para nosotros.
Para completar la densa jornada nos acercamos a la cercana Kissamos un pueblo de veraneo bastante tranquilo, no tan colmatado como Platanias. Decidimos hacer caso a la guía, que recomienda Cellar Taverna, y fue todo un éxito. Comida local como sepia con aceitunas, conejo a la cretense y un peixe al horno envuelto en papel de estraza o similar. 
Nos encantó. Y de postre, el inevitable raki (había que conducir, solo mojar los labios) y un postre de oficio (gratis) bastante completo.Y para el hotel. Se trataba del día del 25 de septiembre, jornada de elecciones en Galicia. A conocer el resultado.

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