viernes, 23 de septiembre de 2016

(2) El descenso de la garganta de Samaria

Si se quiere hacer alguna caminata en Creta, la garganta de Samaria es el sitio. Nos enteramos antes de hacer el viaje y lo situamos en nuestra agenda para la segunda jornada, por si acaso. Está en el sur y desde Chania es preciso atravesar la isla. Es una tiradita (37 kilómetros) y las carreteras, pues de montaña y con curvitas. Con eso contábamos, pero no con la afición de los rebaños de cabras de instalarse en la carretera aprovechando el calorcito del asfalto. La primera vez flipamos, después fueron tantas que casi nos parecía normal. No había otra que pasar con cuidado o bien Juanma, vara en mano, se bajaba del coche y las devolvía al campo. Curioso.

La garganta, en la práctica un largo desfiladero de 16 kilómetros (el mayor de Europa, dixit la desaparecida guía de Acento), forma parte del parque nacional de Samaria, creado en 1962. El acceso está controlado, claro, y hay que pagar entrada, cinco euracos. Y no se trata de un paseo sencillo ya que finaliza casi en el mar, en una villa llamada Agia Roumeli... a la que solo se puede llegar en barco. Por ello la logística es un poco complicada, pero la resumiremos para que si alguien la recorre (muy recomendable) lo tenga fácil.
Posamos al poco de iniciar la marcha, a 1.200 metros de altitud, fresquitos nosotros, no muy conscientes de lo duro que iba a ser el descenso, pero estábamos animados. Hacía un día adecuado, soleado y no especialmente caluroso. Y el paisaje, chulísmo: montaña, pinos, tranquilidad, aire puro y también cabras. E incluso varios templos y alguna zona de descanso con bancos y fuentes. Si las crónicas cuentan que en julio y agosto y hasta en septiembre pueden coincidir verdaderas multitudes haciendo el mismo camino, este no era el caso y anduvimos mucho rato prácticamente en solitario.
Como siempre en la montaña, hay que ser precavidos. Un cartel, con versión en castellano, lo explica a la entrada.

Aunque nos levantamos relativamente pronto, entre unas cosas y otras (había que tomarse un buen desayuno buffet en el hotel para estar en forma) nos pusimos en marcha a la 10.25, un poco tarde ya que había que llegar a Agia Roumeli antes de las 17.30, hora en la que salía el último barco para llevarnos a Sougia, desde donde salía el autobus que podía dejarnos en Omalos, donde aparcamos el coche en el acceso al parque nacional. Como véis, un operativo completito y no menos de una hora en barco y otra en bus por una carretera  intrincada.
Los primeros cuatro kilómetros son descenso puro sobre piedras y guijarros y con escalones nada uniformes. Es duro por lo pronunciado de la pendiente. Para que os hagáis una idea, nos costó lo suyo alcanzar la media de dos kilómetros por hora, no pasábamos de 1,8 o 1,9....Y el tema no era baladí, pues a ese ritmo llegar al barco se ponía cuesta arriba . Nos mentalizamos pensando que llegado el caso, simplemente nos obligaría a buscar un hostal para pasar la noche y regresar a nuestro hotel en Chania al día siguiente.
Pese a la lentitud, disfrutamos de lo lindo con el paisaje, aunque teníamos que ir mirando hacia el suelo para no resbalar con los guijarros.

Había avisos cada poco por dos motivos: riesgo de incendio (está tajantemente prohibido fumar) y caída de piedras. Cuenta con una red hídrica con bombas para combatir el fuego y hay casetas y algunos vigilantes. Respecto a las piedras, los tramos más peligrosos están protegidos. No tuvimos problema alguno, pero con lluvia y viento la situación puede ser otra.
Poco a poco fuimos avanzando y llegamos a la parte inferior, mejor dicho, preinferior. Ya no era una pendiente pero seguíamos descendiendo, aunque de manera suave. Y allí, lo normal en los desfiladeros, cruzando de un lado a otro cada poco y sorteando el riachuelo, que tras el verano no era nada.
El sendero está bien señalizado, pero no tanto como el camino de Santiago, por poner un ejemplo. Hubo momentos en los que dudamos, y eso complica el paseo. Pese a todo, logramos no confundirnos y la verdad es que tampoco hay alternativas.
Tardamos algo más de 3 horas en cubrir los primeros siete kilómetros. Aunque es una media ridícula, lo cierto es que empezábamos a andar más rápido. Eso sí, el panorama seguía siendo el mismo: poco sendero y mucha piedra.
A partir de aquí consideramos más factible llegar a tiempo a Agia Roumeli. Además, desfiladero y garganta en sí son los 13 primeros kilómetros, y los tres restante ruta normal, presumíamos, donde se puede ir más deprisa.
La garganta está muy transitada, encuentras gente incluso en sentido contrario (supusimos que habían hecho un tramo y daban la vuelta, pues entera y volver es para atletas), vigilantes y hasta algún burrito quiza para traslado de los guardabosques. La garganta, no obstante se cierra al público de noviembre a marzo.
Los cuatro o cinco kilómetros de garganta estrecha (en algún punto unos pocos metros nada más) están llenos de pinos y la luz se reduce, y eso que eran las horas del mediodía.
Un poquito tocados por el descenso (lo peor vendría los días siguientes, con los gemelos a punto de reventar) seguimos andando muy satisfechos.
En estas fotos podéis apreciar la parte estrecha: hasta que no te acercas da la impresión de que no va a ser posible pasar.
Pero, obviamente, se puede, sorteando esos enormes peñascos que se han desprendido de las paredes a lo largo de los siglos.
Y pese a la preocupación, llegamos a Agia Roumeli una hora antes de la salida del barco. Tiempo suficiente para no agobiarse, pero escaso para darnos el chapuzón en el que habíamos pensado, y que en algunos blogs recomiendan como justo premio al esfuerzo. La próxima vez habría que levantarse una hora antes.
El barco en cuestión es un enorme ferry que hizo el trayecto con rapidez lleno de paseantes y turistas.
Esta parte del sur de Creta es especialmente agreste, y desde el barco entendimos por qué no llega ninguna carretera a Agia Roumeli. Sencillamente, es un lugar de imposible acceso. Empleamos 5,30 en la caminata, paradas incluidas, y nos sentimos un desastre tras leer en los carteles del parque nacional que el tiempo estimado son 4 horas. De hecho, en el barco pegamos la hebra con un tres gallegos y era lo que habían tardado. Claro, ellos eran unos estudiantes de 28 años en viaje de placer por Europa.Nos alegró, sin embargo, comprobar que en la guía de Acento establece como tiempo normal de 5 a 7 horas. Entonces, no lo hicimos tan mal. Y pese a la dureza, al salir de la garganta, tras 13 kilómetros, hicimos la machadita de renunciar a una furgoneta para los 3 restantes. 
Si se hace la garganta, se hace completa.Como dato para interesados, salimos del hotel en Chania antes de las nueve de la mañana y llegamos casi a las 10 de la noche, tras un día completito por lo que no salimos del hotel y optamos por cenar allí mismo, bastante bien y muy relajados. Y en el viaje de vuelta, con noche cerrada, la invasión de la carretera por las cabras se acentuó. Quizás el asfalto guardaba el calor del sol diurno, o lo que fuese, pero teníamos que esquivarlas, y a veces no resultó sencillo.

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